Santi Giovannini y las bombas mexicanas
«El Uruguayo, el loco del gorrito», así conocen por México a Santiago Giovannini, un surfista comprometido con los tubos enormes. Santi cumplió el sueño de correr grande en México a puro sacrificio. «Para meter un tubazo en Puerto tuve que aprender a surfear de nuevo», reconoce. Conversamos con Santi y nos contó de su vida en tierras y olas aztecas.
Foto portada: Wave Chaser
¿Cómo fueron tus inicios en el mundo del surf?
En aquel viejo Punta del Diablo del 1997, más o menos. Mis padres no sabían nada del surf, pero mis hermanos ya surfeaban y yo me pasaba infinitas horas bañándome en la playa de los pescadores. Ahi surgió la primera escuela de surf de Punta del Diablo, gratuita, y yo un gordito simpático de 7 años pude participar.
Me contabas que te costó agarrarle la mano…
Tardé casi 4 años en aprender, veranos enteros de estar literalmente todo el día en el agua, meterme los días más grandes, de niño, entrar al pico, ¡y sin si quiera poder pararme en la tabla! Si tenía suerte me bajaba una ola arrodillado, experto en revolcadas y un espectáculo de darme «palos»… Y ahí iba de nuevo, agarraba la tabla y me metía otra vez, y lo que se venía era casi obviamente otro palo, ¡porque no me podía parar! Asi que primero aprendí a matarme a palos.
¿Cómo fue el momento en que conseguiste pararte?
Mis hermanos me prestaban sus tablas y se las llenaba de abollones, los solymaretes siempre me agitaban que ponga huevo, todos los surfistas me daban para adelante y los profes de la escuelita siempre me apoyaban, por lo que siempre me siento agradecido. Llegué a pensar que nunca lo iba a lograr, y con unos 11 o 12 años y algún kilito menos, me paré por primera vez en mi vida. Y ese día todo cambió. Aprender a pararme fue un parto.
¿Hace cuánto estás en México y por qué elegiste ese destino para vivir?
Llegué a México hace 4 años. Con el caballo bien cansado, después de estar unos 5 años viajando por América, anduve por unos 14 paises, sobreviviendo como podía: haciendo algún peso vendiendo algo por la playa o trabajando en un restaurant o algo de eso. Muchos lugares, pocas comodidades, siempre más cerca de la escasez que de la abundancia, pero viviendo una experiencia alucinante. Al llegar a México, sabía que necesitaba una pausa, entré por Guatemala a San Cristóbal de las Casas, y de ahÍ me fui casi derechito a Puerto Escondido.
¿Con qué te encontraste en Puerto?
Cuando llegué no lo podía creer, nunca había visto algo así: el mar tiene una fuerza impresionante, son literalmente bombas. Vi que se metieron unos tubazos y pensé: «yo tengo que mover mi cuerpo desde la arena hasta adentro de ese tubazo». Nunca me imaginaba todo lo que me iba a costar llegar a poner mi cuerpo en ese lugar.
¿Cómo te metiste en el mundo de olas grandes?
¡Recién me estoy metiendo! Me falta tanto por aprender, soy un bebé de pecho en este mundo. Si vieras los monstruos que surfean al lado mío, literalmente son unas bestias, a veces se me salen los ojos jaja. Especialmente mi amigo Vinny Cook, que hace posibles cosas que en mi mente son absolutamente imposibles. Tengo un pequeñito lugar que me lo gané gracias a la insistencia, a quedarme en el agua horas y horas, y a mandarme en cualquier ola, días buenos y días horribles, surfeando solo en algún pico alejado, respetando a la gente, teniendo una buena autovaloración, sin creerme más de lo que soy… Siendo muchas veces el primero en entrar al agua y el último en salir, aunque no me toque ni una ola buena, yo no tengo talento pero tengo tremendas ganas, y eso la gente lo valora y de a poquito te van haciendo un lugarsito, hasta que un día viene la ola buena, la hueca y te la dejan y encima te agitan “dale Santi, dale”. Y ahí le tenes que dar, pase lo que pase. Ahi te llenas de orgullo, cuando esa gente que admiras te trata como un igual.
¿Cómo te manejaste con el equipamiento para correr grande?
Cuando llegué a Puerto solo tenía dinero para una tabla, así que me compré un 8’6 (espantoso) porque quería empezar a lo grande. Se lo compré a un buggy uruguayo re buena onda y salí al agua. Sin dudas el peor error, mala tabla y mala táctica, querer mandarse en cualquier ola de una. ¡Infinitos palos de todo tipo y color! En 10 días no me quedaba ni tabla, ni dinero, ni una gota de energía… ¡y me dolía absolutamente todo mi cuerpo!
¿Qué necesitabas para poder correrlas?
Necesitaba entrenar a full para estar listo para ir a la guerra, necesitaba mucho dinero para tablas y quillas, necesitaba aprender la técnica, necesitaba tiempo, constancia, dedicación… En definitiva, tenía que empezar de cero: aprender a surfear de nuevo. Entonces me fui a entrenar y laburar a Uruguay 5 meses, después a California un tiempo, para después volver más preparado a México, por la revancha. Después que esas olas se te meten en la cabeza, no hay como sacártelas.
¿Qué pasa cuando ves que se marca una serie enorme en el horizonte y seguramente te va a caer en la cabeza?
Aunque yo no uso leash cuando está muy grande, voy a suponer que tengo leash, que es lo más normal. Comienzo a remar hacia adentro con mi máxima fuerza, pero teniendo cuidado de relajar la respiración, disminuir las pulsaciones y conservar la calma. Paso la primera ola justito. La segunda me va a romper en frente sin dudas. Me preparo respirando profundo, lo más relajado posible para economizar energía y aire al máximo, a veces se puede hiperventilar. Lo que va a suceder es inevitable…
¿Alguna recomendación antes de recibir el impacto?
Pongo la tabla en posición paralela a la ola para disminuir las chances de que el labio de la ola parta la tabla y la alejo de mi para evitar un posible contacto. Me sumerjo y nado lo más profundo posible, me hago bolita, boca cerrada para que no entre nadie es clave, protejo mi cabeza con las manos, contraigo mi cuerpo un 70 u 80 por ciento para recibir el impacto (cuerpo muy contraido es fácil de quebrar), y absolutamente apago mi mente.
¿Qué pasa luego del impacto?
Luego de recibido el impacto, durante la revolcada relajo mi cuerpo al máximo para evitar torceduras y fluir con la ola, continúo con la computadora apagada y sin luchar contra el mar (es una batalla perdida). Solo al sentir que la ola ya pasó, es que comienzo a intentar salir a superficie. Lo primero es disminuir la tensión del leash, nadando en dirección a la tabla, esto es para que la tabla pueda salir a superficie y no actúe como ancla y me arrastre y me hunda.
Luego nado hacia arriba, salgo a superficie con una mano primero para protegerme de la tabla y solamente cuando estoy super seguro de que puedo respirar es que inhalo por la boca y chequeo la siguiente ola.
¿Qué hacés si vienen más olas atrás?
Intento descansar lo más posible y si puedo me agarro de la tabla. Si la siguiente ola ya viene con la espuma reventada, me sumerjo solamente un metro para que me arrastre a la orilla y repito las medidas de seguridad anteriores. Esto es posible cuando surfeo frente a playa de arena y no a piedras. Es lo que a mi me funciona de momento en base a mi experiencia, espero que a alguien le pueda ayudar a pasar por ese difícil momento, adaptándolo a sus condiciones especificas.
¿Cuáles son las consecuencias físicas de correr esas olas?
Ni siquiera me podía acostar en la tabla para remar, ni dormir en la noche de los dolores que tenía. Recién ahí me cayó la ficha, yo nunca había hecho muchos tubos, ni surfeado con mucha constancia, así que iba a costar llegar a meterme en una ola de esas.
¿Cómo te llevás con las lesiones?
Siempre estoy haciendo alguna rehabilitación de algo jaja, me olvidé de lo que era sentirse al 100 por ciento, para mi sentirme bien es tener poco dolor, jaja. Tuve que aprender a ser mi propio doctor, porque si tenía que pagar cada vez que me lastimaba, me fundía en dos días. Es que cualquier mala decisión se paga caro: un golpe, esguince de tobillo, esguinces en rodillas, hernias de disco, hematomas gigantescos, tendones lastimados, cortes, costilla fisurada, todo un abanico de lesiones, sin dudas no es un deporte sano para el cuerpo jaja.
¿Por qué el loco del gorrito?
Porque doy la vida por el surf, amo el mar y los tubos enormes, y cuando hay olas estoy todo el día en el agua. Lo hago por pasión y por el deseo de superarme, que creo que ahí está el éxito, en superarse a uno mismo.
¿Cómo es la historia del gorrito de 25 de Agosto que te acompaña en el agua?
Jaja, siempre se burlan en el agua por el gorrito, pero no me importa, porque representa mi cariño por las raíces uruguayas. El gorrito no va en contra de ningún otro equipo, representa todo lo que llevo adentro cuando voy por la bomba, representa que me acompañan mis padres con su apoyo incondicional, el barrio, toda la banda del 20, las empanadas de la abuela Carmen, un fútbol en la explanada y un pique cordón en la puerta del clu, el liceo 12 y el Zorrilla. Por eso, el gorrito de 25 no solo me protege del sol, me recuerda quién soy.
¿Cómo es tu entrenamiento para encarar las olas gigantes?
Entreno todos los días, mínimo 4 horas, me cuido obsesivamente con la alimentación y cuando hay olas me la paso todo el día en el agua.
¿Qué pasa cuando las olas se ponen grandes?
Las dimensiones cambian, entras en modo hormiga, te sentís chiquitito entre esas masas de agua. Pero remando ahí tranquilo, en mar abierto, solo vos, tu tabla, el sonido de las olas y algún pensamiento. Se siente una paz infinita. Pero, al mismo tiempo, un error cuando está grande puede ser fatal, terminar rompiéndote una pierna o partir la tabla, pero bueno… cuando estás ahí ni lo pensas, como uruguayo, cuando estás ahí manda la pasión y la entrega.
¿Qué o quién más te acompaña cuando estás surfeando?
Me acompaña Punta del Diablo, donde conocí el surf y los mejores veranos de mi vida, me acompañan mis hermanos, que siempre me cuidaban en el mar, me acompaña el «chanchito fosforecente» y los guardavidas que, cuando era niño, y ya llevaba 4 años sin poder pararme en la tabla, igual me seguían dando para adelante. Los solymaretes que siempre me agitaron para que metiera más huevo, me acompañan las noches en Bitácora y alguna que otra amanecida durmiendo en la playa. Me acompañan las trufas de rayito y toda la gente que curtia el diablo.
¿Qué pasa por tu cabeza cuando el mar te manda la bomba?
Y… en el momento que veo venir la bomba y digo para mí: ¡es esta, VOY! En ese momento remo yo y rema mi gente, que me acompaña en cada brazada, y al mirar para abajo y ver ese precipicio, ahi todo se paraliza: es un segundo que parece eterno, ahí es que se ven las ganas, ahí es cuando hay que meter más que nunca, ahí no podes dudar, y ahi el gorrito me susurra al oido «metele Santi, la banda esta contigo». Por eso siempre estoy agradecido a todas las personas que me ayudaron a cumplir mi sueño y siempre se los hago saber personalmente.
¿Qué es el surf en tu vida?
Es el hilo conductor que hace que este juego tenga sentido. Después de surfear hay que hacer que el tiempo pase hasta que llegue el otro día y poder ir de nuevo. Si estoy lejos del mar es entrenar para poder ir a surfear. Si no hay olas, hay que esperar y descansar para estar con toda el próximo swell.
¿Sentís que el surf te cambió la vida?
El surf de niño me conectó con gente más grande, con otra cabeza. De adolescente me fortaleció la personalidad, me ayudó a creer en mí. De los 17 a los 21 lo abandoné compeletamente, me puse en 121kg, le debía dinero a todo el mundo, vivía de noche y dormía de día, toqué fondo, ya no quería vivir. Y vino el surf y sin recriminarme nada, me puso un sueño en la cabeza y me salvó la vida, me rescató de abajo, nunca te deja tirado. El surf y el mar son amor incondicional, vivo por y para ellos.
¿Qué otras olas te gustaría surfear?
Teahupoo. En mi opinión, la mejor ola conocida del planeta.
¿Referentes en el surf que te inspiren?
De Uruguay siempre me motivaron George Acosta, Diego Talamás y Agustín Marichal. De otros lados: Greg Russ, Jansen Hasset, Byron Bass y Alan Cleland Jr. Los admiro y a veces tengo el honor de surfear con ellos, y si me porto bien hasta me dejan una olita, jeje. Palabras aparte para Vinny Cook de Sudáfrica que, aparte de surfear como un animal, me enseñó casi todo lo que se y compartí incontables sesiones mano a mano en el agua.
Agradecimientos y apoyos:
Mi familia, mis amigos, mi compañera, mi familia mexicana y la escuela de surf Playa Grande, siempre están presentes. Mike Meyers me hizo tremendas tablas para tubos enormes. Y hace poco conoci al Tato Eiris de la Escuela de surf H20 y Claudio Vives de Turttle Bay, que me están dando tremenda mano también con lo que pueden. Y toda la gente con la que surfeo olas grandes, que me dejaron entrar en ese pequeñito mundo, con consejos y buena onda. Gracias, este artículo va en agradecimiento a todos los que siempre me apoyaron en cumplir mi sueño. También agradecido a «Salvaje» por darme la oportunidad de compartir un poco de mis vivencias. «Uruguayo por uruguayo».